Palabras de Sandrine: «Hoy más que nunca, el papel del artista como contrabandista, vendedor ambulante, es esencial. En un mundo que está perdiendo su humanidad, donde el distanciamiento físico y social es la nueva norma, quiero utilizar la herramienta fotográfica como vínculo social.
Reclamar la calle no es dejar el espacio público al control comercial o al del poder gubernamental, que son ampliamente dominantes. Es ir y llegar a públicos no adquiridos, salir de la burbuja social para llegar a poblaciones invisibilizadas.
El estudio de calle se concibe como el lugar de una construcción colectiva de la fotografía accesible a todos. Su presencia estimula la posibilidad de una imagen y suscita, mediante la constitución de un ritual, el deseo de un retrato único en el que el modelo se pone en escena.
Este taller móvil, capaz de desplazarse hacia su sujeto, pretende crear el acontecimiento. La caja intriga, es una herramienta facilitadora de encuentros que permite establecer una conexión espontánea. El largo tiempo necesario para la producción de imágenes, unos veinte minutos, se utiliza para forjar vínculos, crear espacios de diálogo y compartir experiencias. Es el elogio de la lentitud; el tiempo del pensamiento y la reflexión.
Esta técnica permite dar cuenta del antes y el después del gesto fotográfico.
Esta importancia del tiempo, implícita en el uso de la fotografía ambulante, es más que un mecanismo de producción, permite captar la temporalidad de una imagen, constituir una duración más específica que la fracción de segundo o el tiempo presente que suele captar la cámara. No sólo inscribe en la imagen la duración del tiempo de exposición, de revelado, sino que abre la duración a una experiencia particular: la del encuentro. Capta, sin capturar, el momento vivido juntos».